El trazado de la línea divisoria que separa Pasaia y Altza en Ulia es uno de los dos puntos de desacuerdo mantenidos por Pasaia en el amojonamiento de 1939. En Pasaia algunos no se explican por qué la línea recta que recorre la calle Azkuene, separando Trintxerpe y Gomistegi, al llegar a lo alto de Mendiola cambia de orientación siguiendo la cresta del monte para desde Sorginarri bajar hasta Arandotxiki, en la bocana del puerto, quedando el Faro de la Plata fuera de la jurisdicción pasaitarra.
Si volvemos por un momento al informe de Vargas, vemos como en la primera de las provisiones que precedieron a la segregación de San Pedro ya se hablaba de la cima del monte como límite de San Pedro: “Que a esta se le dé de término el cortísimo que en la actualidad tiene, con más la parte que se estime hasta la sima del monte Uía, en cuya falda esta situada la hoy aldea…”
La razón de que esto sea así hay que buscarla en un pasado rural, no tan lejano, en el que el aprovechamiento comunal del monte como pasto y para la recolección de helecho y brezo era fundamental para cubrir las necesidades de los caseríos. Mientras que San Pedro solamente contaba con siete caseríos ubicados en torno a lo que hoy es Trintxerpe, Altza sobrepasaba los ciento sesenta, quedando manifiestamente claro el carácter marítimo de uno y el baserritarra del otro.
Por esa razón hasta fechas más recientes, en el que suelo y hormigón se han convertido en los pilares de la financiación de los municipios, Pasaia no ha pleiteado por la jurisdicción de la vertiente marina de Ulia, mientras que Altza y San Sebastián sí lo hicieron, resolviendo las instancias correspondientes en todos los casos a favor de la primera. En ese sentido se expresa el letrado Pablo García Avecilla en el informe aprobado por el pleno del Ayuntamiento donostiarra el 18 de julio de 1899 sobre la resolución favorable a Altza dictada por la Diputación referida a la jurisdicción del monte Ulia lindante con Pasaia.
Antes de terminar con este punto, vamos a volver a la “sima” de Ulia para atrevernos a hacer un apunte filológico a la transcripción del informe de Vargas que Juan Carlos Mora nos ofrece en el libro “Pasaia 1805-2005”. En dicha transcripción, debidamente anotada con interesantes comentarios de carácter bibliográfico, histórico y lingüístico, extraña que su autor no haga ninguno sobre el término “sima” empleado por Vargas, y más cuando en la transcripción del mismo documento realizada por Olaechea en 1975 éste transcribe como “cima”. No cabe la menor duda que la “sima” que escribió Vargas para Olaechea se trataba de un error que corrigió sin más y Mora lo recogió tal cual como en el original, sin avisar como correspondería según nuestra opinión con un sencillo “sic” o nota al pie. Como todo el mundo sabe, en Ulia no hay ninguna sima a cuya falda esté la aldea de San Pedro, por lo que la utilización de “sima” como “cima” sólo se puede explicar por una interferencia del habla andaluza y gaditana de Vargas, extraña, por otro lado, en un hombre culto y polígrafo como él. Sin embargo, hemos encontrado la utilización de la palabra “sima” con el mismo sentido de “cima” en otra de sus obras, refiriéndose en este caso a Mallorca: “un espectáculo encantador al verlo desde la falda a la sima hecho un bosque espesísimo, no de árboles (…) sino de robustos olivos”. (Citado en: ANES, G.: Estados de vitalidad y mortalidad de Guipúzcoa en el siglo XVIII, pág. 10).
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2007/06/21
2007/04/30
Hasta donde llegue la estupidez

El fallo de la sentencia de 1890 marcaba la línea de la marea alta como límite jurisdiccional de Pasaia en Antxo. Cien años después, los de la Marcha Gris, tirando del relegado proyecto de Vargas, tratan de subir la marea alta hasta el mástil del fuerte de San Marcos, y, guiados por una estupidez sin límites, especulan sobre cuales deberían ser las verdaderas y auténticas mugas de Pasaia.
No exageramos nada. Echad un vistazo, sino, al mapa que Zapirain publica en su libro a página completa (pág. 117). Sobre un plano cartográfico moderno del departamento de urbanismo pasaitarra, traza tres líneas que el propio Zapirain explica así: “La línea roja comprende el territorio agregado por Vargas Ponce a Pasaia, al que habría que añadir los terrenos de los caseríos que incluye (línea verde). La línea azul comprende el territorio que, en la práctica, se permite administrar al ayuntamiento de Pasaia.” Del victimismo de la azul pasa al delirio de la verde. Esta línea verde que según dice abarca los terrenos de los caseríos altzatarras que Vargas pretendía incorporar a Pasaia, incluye así, por la cara, a más caseríos de Altza, como Artxipi, Gazteluene, Txurdiñene…, y no sólo altzatarras, ¡también de Astigarraga!
El trazado de la línea verde, sin pies ni cabeza, se pierde y desaparece por el sur dejándonos con ganas de conocer hasta dónde alcanza su estulticia.
2007/04/21
El carácter político de la sentencia de 1890
Hemos encontrado en Internet (http://biblioteca.uca.es) la reseña que del libro “Pasaia 1805-2005” ha escrito Fernando Durán López, profesor de la Universidad de Cádiz y el mejor conocedor de la vida y obra de Vargas Ponce en la actualidad.
En su breve análisis, a Durán no se le escapa el carácter conmemorativo del libro y el contexto polémico en el que se enmarca su publicación concluyendo que, de la extensa obra del polígrafo Vargas, el trabajo realizado por éste en Pasajes “será acaso la única de las empresas puestas en marcha por el marino con su característica entrega que, de verdad, haya conseguido modificar la realidad de su país, aunque sólo sea parcialmente”. Durán conoce al detalle la extensa obra de Vargas y cuando afirma eso sabe lo que se dice. El fracaso y el olvido acompañaron a Vargas a lo largo de su obra y, con respecto a su misión en Pasajes, ya hemos visto cómo el propio Vargas en su correspondencia reconocía impotente el fracaso en su intento de dotar al nuevo término pasaitarra de una mayor extensión a costa de Alza. Las claves, por otro lado, para entender lo que de éxito pueda tener la creación de la villa de Pasajes, nos las da el propio Durán al hilo de una afirmación de Zapirain cuando éste dice que “el único partido que toma Vargas es el de la defensa de los intereses de la Corona”. “En efecto, —añade Durán—, el trabajo del marino gaditano es otra buena muestra de la línea centralista y antiforal que caracteriza a la mayor parte de los ilustrados españoles del momento.”
El reforzamiento centralista y antiforal que caracteriza el último cuarto del siglo XIX, imprimen a la sentencia de 1890 un carácter político que no podemos obviar. Tras la definitiva derrota del carlismo en 1876 y la abolición foral, los poderes del estado liberal reforzados con la Restauración borbónica vuelven a intervenir en el entorno de la bahía de Pasajes en defensa de sus intereses económicos y políticos. Si en 1805 era la ciudad de San Sebastián la que había que alejar del puerto de Pasajes en beneficio de la corona, en 1890 es a la Diputación guipuzcoana a la que había que poner en su sitio, una institución que desde la real orden de 1828, que imponía perpetuo silencio a las partes, había venido ejerciendo plenos poderes en el tema de los términos municipales, y que en la nueva coyuntura política gozaba de una gran capacidad de iniciativa en el campo económico gracias al Concierto Económico de 1879.
Sin apartarnos demasiado en el tiempo y en el espacio del caso pasaitarra, el de Altza es un ejemplo más que viene a confirmar lo que estamos diciendo del espíritu antiforal que marca esta época. Tras la abolición foral, San Sebastián inició un procedimiento judicial para absorber del todo a Alza, y poner fin así a la autonomía que históricamente había gozado dentro de la jurisdicción donostiarra. El tiro, sin embargo, le salió por la culata, y la resolución fue favorable a los intereses altzatarras que alcanzó la independencia en 1879. Los argumentos esgrimidos por el Ministerio de la Gobernación, recogidos en la transcripción publicada por Elejalde y Erenchun en “Alza y Astigarraga”, son muy clarificadores: la población de Alza “estaba sujeta a la jurisdicción foral de San Sebastián (…) y como además se ha abolido el régimen foral, no puede menos de reconocerse que goza de la autonomía que le es propia en la administración interior.”
Volviendo a la sentencia de 1890, hay un dato más que no queremos pasar por alto: la intervención de Antonio Maura en representación de los dos Pasajes ante el tribunal. Maura fue una destacada figura del liberalismo, presidente del gobierno en cinco ocasiones y que en torno a estas fechas había ya iniciado su dilatada carrera política: vicepresidente del Congreso en 1886; presidente de la comisión defensora de la implantación del Jurado en 1887; Ministro de Ultramar con Sagasta entre 1892 y 1894; y Ministro de Gracia y Justicia en 1984. Su participación directa en la resolución del pleito supone el espaldarazo definitivo a una línea de argumentación con bases políticas que inició el marqués de Seoane al menos desde 1883".
Bibliografía: DURÁN LÓPEZ, Fernando: José Vargas Ponce (1760-1821). Ensayo de una bibliografía y crítica de sus obras. Cádiz: Servicio de Publicaciones Universidad de Cádiz, 1997. ELEJALDE, Félix.; ERENCHUN, Juan: Alza y Astigarraga. San Sebastián: CAM, 1974; pp. 48-50.
En su breve análisis, a Durán no se le escapa el carácter conmemorativo del libro y el contexto polémico en el que se enmarca su publicación concluyendo que, de la extensa obra del polígrafo Vargas, el trabajo realizado por éste en Pasajes “será acaso la única de las empresas puestas en marcha por el marino con su característica entrega que, de verdad, haya conseguido modificar la realidad de su país, aunque sólo sea parcialmente”. Durán conoce al detalle la extensa obra de Vargas y cuando afirma eso sabe lo que se dice. El fracaso y el olvido acompañaron a Vargas a lo largo de su obra y, con respecto a su misión en Pasajes, ya hemos visto cómo el propio Vargas en su correspondencia reconocía impotente el fracaso en su intento de dotar al nuevo término pasaitarra de una mayor extensión a costa de Alza. Las claves, por otro lado, para entender lo que de éxito pueda tener la creación de la villa de Pasajes, nos las da el propio Durán al hilo de una afirmación de Zapirain cuando éste dice que “el único partido que toma Vargas es el de la defensa de los intereses de la Corona”. “En efecto, —añade Durán—, el trabajo del marino gaditano es otra buena muestra de la línea centralista y antiforal que caracteriza a la mayor parte de los ilustrados españoles del momento.”
El reforzamiento centralista y antiforal que caracteriza el último cuarto del siglo XIX, imprimen a la sentencia de 1890 un carácter político que no podemos obviar. Tras la definitiva derrota del carlismo en 1876 y la abolición foral, los poderes del estado liberal reforzados con la Restauración borbónica vuelven a intervenir en el entorno de la bahía de Pasajes en defensa de sus intereses económicos y políticos. Si en 1805 era la ciudad de San Sebastián la que había que alejar del puerto de Pasajes en beneficio de la corona, en 1890 es a la Diputación guipuzcoana a la que había que poner en su sitio, una institución que desde la real orden de 1828, que imponía perpetuo silencio a las partes, había venido ejerciendo plenos poderes en el tema de los términos municipales, y que en la nueva coyuntura política gozaba de una gran capacidad de iniciativa en el campo económico gracias al Concierto Económico de 1879.
Sin apartarnos demasiado en el tiempo y en el espacio del caso pasaitarra, el de Altza es un ejemplo más que viene a confirmar lo que estamos diciendo del espíritu antiforal que marca esta época. Tras la abolición foral, San Sebastián inició un procedimiento judicial para absorber del todo a Alza, y poner fin así a la autonomía que históricamente había gozado dentro de la jurisdicción donostiarra. El tiro, sin embargo, le salió por la culata, y la resolución fue favorable a los intereses altzatarras que alcanzó la independencia en 1879. Los argumentos esgrimidos por el Ministerio de la Gobernación, recogidos en la transcripción publicada por Elejalde y Erenchun en “Alza y Astigarraga”, son muy clarificadores: la población de Alza “estaba sujeta a la jurisdicción foral de San Sebastián (…) y como además se ha abolido el régimen foral, no puede menos de reconocerse que goza de la autonomía que le es propia en la administración interior.”
Volviendo a la sentencia de 1890, hay un dato más que no queremos pasar por alto: la intervención de Antonio Maura en representación de los dos Pasajes ante el tribunal. Maura fue una destacada figura del liberalismo, presidente del gobierno en cinco ocasiones y que en torno a estas fechas había ya iniciado su dilatada carrera política: vicepresidente del Congreso en 1886; presidente de la comisión defensora de la implantación del Jurado en 1887; Ministro de Ultramar con Sagasta entre 1892 y 1894; y Ministro de Gracia y Justicia en 1984. Su participación directa en la resolución del pleito supone el espaldarazo definitivo a una línea de argumentación con bases políticas que inició el marqués de Seoane al menos desde 1883".
Bibliografía: DURÁN LÓPEZ, Fernando: José Vargas Ponce (1760-1821). Ensayo de una bibliografía y crítica de sus obras. Cádiz: Servicio de Publicaciones Universidad de Cádiz, 1997. ELEJALDE, Félix.; ERENCHUN, Juan: Alza y Astigarraga. San Sebastián: CAM, 1974; pp. 48-50.
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2007/02/12
Con los dientes largos
Por si a alguien le ha quedado alguna duda sobre cuál era la situación de los términos municipales en torno a 1848, qué opinaba Serapio Múgica, y en qué quedaba lo dispuesto por Vargas Ponce, vamos a completar los datos hasta ahora aportados con dos documentos gráficos más.
Uno es un precioso plano de San Sebastián y sus inmediaciones de 1850 dibujado por la Brigada Topográfica del Cuerpo de Ingenieros y publicado en el libro Documentos Cartográficos Históricos de Guipúzcoa (II) de J. Gómez Piñeiro y J.A. Sáez, página 187. En dicho plano los topógrafos trazan las líneas divisorias con distintas tonalidades según sean términos de Pasaia, San Sebastián o Altza. Tal y como se señala en el comentario correspondiente, lo que era el brazo de mar de Molinao aparece ya desecado y formando parte del término de Altza y así fue hasta la sentencia de 1890 que dio a Pasaia todos los terrenos ganados al mar. La delimitación que muestra el plano no viene más que a confirmar la descripción que de los límites de Altza hacían los representantes de la población en 1818: “Los límites son: con la Villa de Pasajes la casería de Gomistegui; con la Ciudad de San Sebastián, las casas Champarrene, Lizardi, Bonazategui, Ubavea y Esparcho; con la Villa de Astigarraga, la casería de Garciategui y Irasuenegoya; y con la de Rentería, las caserías de Soraburu, y Iparraguirre, dentro de cuyos límites inclusas las denominadas casas, existen ciento cuarenta y siete caseríos habitados en ellos, ciento sesenta y cuatro familias”.
Además de eso, en el plano llama la atención el deslinde de Ulia, que aparece como parte de Donostia. Como ya veremos en otro comentario más adelante, Altza y Donostia pleitearon por la vertiente marítima de Ulia hasta que al final se resolvió a favor de Altza por ser la única de las partes que presentó alguna prueba a favor de sus tesis. Pasaia entonces ni pleiteó, y ese término pasó a Donostia con la anexión de Altza. Pero lo dicho, volveremos sobre ello.
El otro documento es un croquis publicado en la página 169 de la “Historia de Rentería”, obra ejemplar dirigida por Juan Carlos Jiménez de Aberasturi. El documento es un croquis de 1848 donde se indican los mojones de Rentería y la parcela de terreno ganado al mar que es objeto del pleito perdido por Pasajes contra Rentería. En el croquis aparece como “Cerrado hecho por Nicolás de Alzate”, y muestra muy a las claras lo absurdo de la pretensión pasaitarra.
Viendo las circunstancias que rodearon aquel pleito de 1848 nos da por ver una cierta similitud entre los motivos que movieron a los representantes pasaitarras de entonces a pleitear y las motivaciones que han inspirado la marcha gris de 2002. Después de que Vargas Ponce les prometiera el oro y el moro, y comprobar que todo seguía igual o incluso peor que antes, a los prohombres de Pasaia se les ponían los dientes largos viendo que a Rentería se le abría unas nuevas perspectivas de enriquecimiento con la desecación de las marismas, con el nuevo trazado de la carretera general y con el asentamiento de nuevas industrias, como la Real Compañía Asturiana de Minas en Capuchinos diez años más tarde. Ciento cincuenta años después, la urbanización intensa y masiva que está llevando a cabo los políticos donostiarras en Gomistegi, Herrera, Buenavista y los planes que tienen para lo que llaman Auditz-Akular y los pingüe beneficios que les van a reportar a unos pocos, en Pasaia se les ha vuelto a poner a algunos los dientes largos. A veces, es verdad, parece que la historia se repite.
P.D.: Para rematar el tema de Serapio Múgica, hemos colgado en el blog el artículo "Pasajes" del libro ya mencionado Geografía del País Vasco-Navarro. Nada más que añadir.
Uno es un precioso plano de San Sebastián y sus inmediaciones de 1850 dibujado por la Brigada Topográfica del Cuerpo de Ingenieros y publicado en el libro Documentos Cartográficos Históricos de Guipúzcoa (II) de J. Gómez Piñeiro y J.A. Sáez, página 187. En dicho plano los topógrafos trazan las líneas divisorias con distintas tonalidades según sean términos de Pasaia, San Sebastián o Altza. Tal y como se señala en el comentario correspondiente, lo que era el brazo de mar de Molinao aparece ya desecado y formando parte del término de Altza y así fue hasta la sentencia de 1890 que dio a Pasaia todos los terrenos ganados al mar. La delimitación que muestra el plano no viene más que a confirmar la descripción que de los límites de Altza hacían los representantes de la población en 1818: “Los límites son: con la Villa de Pasajes la casería de Gomistegui; con la Ciudad de San Sebastián, las casas Champarrene, Lizardi, Bonazategui, Ubavea y Esparcho; con la Villa de Astigarraga, la casería de Garciategui y Irasuenegoya; y con la de Rentería, las caserías de Soraburu, y Iparraguirre, dentro de cuyos límites inclusas las denominadas casas, existen ciento cuarenta y siete caseríos habitados en ellos, ciento sesenta y cuatro familias”.
Además de eso, en el plano llama la atención el deslinde de Ulia, que aparece como parte de Donostia. Como ya veremos en otro comentario más adelante, Altza y Donostia pleitearon por la vertiente marítima de Ulia hasta que al final se resolvió a favor de Altza por ser la única de las partes que presentó alguna prueba a favor de sus tesis. Pasaia entonces ni pleiteó, y ese término pasó a Donostia con la anexión de Altza. Pero lo dicho, volveremos sobre ello.
El otro documento es un croquis publicado en la página 169 de la “Historia de Rentería”, obra ejemplar dirigida por Juan Carlos Jiménez de Aberasturi. El documento es un croquis de 1848 donde se indican los mojones de Rentería y la parcela de terreno ganado al mar que es objeto del pleito perdido por Pasajes contra Rentería. En el croquis aparece como “Cerrado hecho por Nicolás de Alzate”, y muestra muy a las claras lo absurdo de la pretensión pasaitarra.
Viendo las circunstancias que rodearon aquel pleito de 1848 nos da por ver una cierta similitud entre los motivos que movieron a los representantes pasaitarras de entonces a pleitear y las motivaciones que han inspirado la marcha gris de 2002. Después de que Vargas Ponce les prometiera el oro y el moro, y comprobar que todo seguía igual o incluso peor que antes, a los prohombres de Pasaia se les ponían los dientes largos viendo que a Rentería se le abría unas nuevas perspectivas de enriquecimiento con la desecación de las marismas, con el nuevo trazado de la carretera general y con el asentamiento de nuevas industrias, como la Real Compañía Asturiana de Minas en Capuchinos diez años más tarde. Ciento cincuenta años después, la urbanización intensa y masiva que está llevando a cabo los políticos donostiarras en Gomistegi, Herrera, Buenavista y los planes que tienen para lo que llaman Auditz-Akular y los pingüe beneficios que les van a reportar a unos pocos, en Pasaia se les ha vuelto a poner a algunos los dientes largos. A veces, es verdad, parece que la historia se repite.
P.D.: Para rematar el tema de Serapio Múgica, hemos colgado en el blog el artículo "Pasajes" del libro ya mencionado Geografía del País Vasco-Navarro. Nada más que añadir.
2007/01/31
El rábano por las hojas
(Continuación del comentario anterior)
Un tercer investigador de categoría, maltratado y manipulado en el libro Pasaia 1805-2005, es Serapio Múgica.
Archivero e historiador, en 1893 fue nombrado Inspector de Archivos Municipales de Gipuzkoa, trabajo éste que le llevó a ordenar y confeccionar los índices de numeroso archivos, como los de San Sebastián y Rentería, entre otros. Fue un historiador erudito que ofreció gran abundancia de datos en sus libros y en los numerosos artículos publicados en revistas.
De entre todos sus trabajos destaca, sin duda, el tomo dedicado a Guipúzcoa en la Geografía General del País Vasco-Navarro, en donde podemos encontrar interesantes artículos sobre Pasajes y su puerto, sobre San Sebastián, y también sobre Altza.
Es, pues, un historiador que, si tenía algo que decir, lo dijo y lo publicó.
Zapirain, por el contrario, se ¿olvida? de citar este importante libro en su curiosa bibliografía, y ha rebuscado hasta en donde no hay para afirmar en la página 99: “Y lo mismo Serapio Múgica, quien afirma en sus apuntes que aún en 1848 la jurisdicción pasaitarra seguía ‘conforme demarcó Vargas Ponce’”.
Para hacer esa afirmación nos remite a una nota manuscrita, -en realidad son dos-, ordenada junto a otras con temas pasaitarras, en el fondo de Serapio Múgica del Archivo General de Guipúzcoa, en Tolosa.
Alguien que de verdad haya leído lo publicado por Múgica sobre San Sebastián, Alza o Pasajes, difícilmente puede atribuirle algunas de las afirmaciones expuestas en la primera nota, como que “las operaciones de deslinde practicadas por Vargas al constituirse el año 1805 la villa de Pasajes, deben estimarse como válidas y crearon el estado de cosas que se observó y respetó sin contradicción”. Creemos que el contenido de las notas no recogen el punto de vista de Múgica, sino que, más bien, son un resumen o copia de algún otro documento, práctica habitual, por otro lado, entre los que trabajan con documentos o bibliografía. En nuestra opinión, la apostilla final de la segunda nota, donde dice "Esto se decía en 1848", marca claramente la distancia entre el que escribe y su contenido.
Zapirain, sin embargo, hace valer más una nota suelta, -no publicada, sin data, sin firma-, que todo lo publicado en libros y revistas con todas las formalidades. Esto sólo puede entenderse si uno está empeñado como él en tomar el rábano por las hojas. Pero no eso no es hacer historia, sino tergiversar y falsear.
(Hemos añadido a la lista de documentos el artículo "Antigüedades del puerto de Pasajes", tomado de la página web de Eusko Ikaskuntza, que no permite su impresión)
Un tercer investigador de categoría, maltratado y manipulado en el libro Pasaia 1805-2005, es Serapio Múgica.
Archivero e historiador, en 1893 fue nombrado Inspector de Archivos Municipales de Gipuzkoa, trabajo éste que le llevó a ordenar y confeccionar los índices de numeroso archivos, como los de San Sebastián y Rentería, entre otros. Fue un historiador erudito que ofreció gran abundancia de datos en sus libros y en los numerosos artículos publicados en revistas.
De entre todos sus trabajos destaca, sin duda, el tomo dedicado a Guipúzcoa en la Geografía General del País Vasco-Navarro, en donde podemos encontrar interesantes artículos sobre Pasajes y su puerto, sobre San Sebastián, y también sobre Altza.
Es, pues, un historiador que, si tenía algo que decir, lo dijo y lo publicó.
Zapirain, por el contrario, se ¿olvida? de citar este importante libro en su curiosa bibliografía, y ha rebuscado hasta en donde no hay para afirmar en la página 99: “Y lo mismo Serapio Múgica, quien afirma en sus apuntes que aún en 1848 la jurisdicción pasaitarra seguía ‘conforme demarcó Vargas Ponce’”.
Para hacer esa afirmación nos remite a una nota manuscrita, -en realidad son dos-, ordenada junto a otras con temas pasaitarras, en el fondo de Serapio Múgica del Archivo General de Guipúzcoa, en Tolosa.
Alguien que de verdad haya leído lo publicado por Múgica sobre San Sebastián, Alza o Pasajes, difícilmente puede atribuirle algunas de las afirmaciones expuestas en la primera nota, como que “las operaciones de deslinde practicadas por Vargas al constituirse el año 1805 la villa de Pasajes, deben estimarse como válidas y crearon el estado de cosas que se observó y respetó sin contradicción”. Creemos que el contenido de las notas no recogen el punto de vista de Múgica, sino que, más bien, son un resumen o copia de algún otro documento, práctica habitual, por otro lado, entre los que trabajan con documentos o bibliografía. En nuestra opinión, la apostilla final de la segunda nota, donde dice "Esto se decía en 1848", marca claramente la distancia entre el que escribe y su contenido.
Zapirain, sin embargo, hace valer más una nota suelta, -no publicada, sin data, sin firma-, que todo lo publicado en libros y revistas con todas las formalidades. Esto sólo puede entenderse si uno está empeñado como él en tomar el rábano por las hojas. Pero no eso no es hacer historia, sino tergiversar y falsear.
(Hemos añadido a la lista de documentos el artículo "Antigüedades del puerto de Pasajes", tomado de la página web de Eusko Ikaskuntza, que no permite su impresión)
2006/12/18
Manipulaciones...
Antes de empezar con los tribunales, (el que lo desee puede ir leyendo la sentencia de 1848 que hemos adjuntado a al documentación), vamos a hablar de manipulaciones y silencios, manipulaciones y silencios de datos y autores que Zapirain maneja a su antojo a lo largo del libro “Pasaia 1805-2005”.
Empecemos con las manipulaciones y como muestra vale un botón. En la página 99 coloca un mapita del historiador Banús, sin citar la procedencia, —sobresaliente en metodología—, y sin el menor escrúpulo lo comenta haciendo decir a Banús algo que ni de lejos se puede deducir del mapa.
Este mapa esquemático dibujado por Banús para dar una idea de las segregaciones que el término de San Sebastián ha conocido desde que se le concedió el Fuero en el siglo XII, Zapirain lo manipula con el siguiente comentario: "El investigador donostiarra BANÚS, que se distinguió por las descalificaciones contra Vargas Ponce, admite, sin embargo, en este mapita la muga municipal que debería corresponder a Pasaia y que, en su propio dibujo, se acerca más a lo dispuesto por Vargas que a lo que hoy se considera muga oficial". El sectarismo de Zapirain es tan mayúsculo a lo largo de todo el libro que es incapaz de darse cuenta que en este sencillo mapa Pasai Antxo queda en su totalidad fuera del término de Pasaia.
Para dar una idea gráfica del nivel de manipulación de Zapirain, hemos dibujado con una línea roja el territorio altzatarra que Vargas pretendía entregar a Pasaia y que, no hace falta decirlo, Banús lo representa como término altzatarra.
Empecemos con las manipulaciones y como muestra vale un botón. En la página 99 coloca un mapita del historiador Banús, sin citar la procedencia, —sobresaliente en metodología—, y sin el menor escrúpulo lo comenta haciendo decir a Banús algo que ni de lejos se puede deducir del mapa.
El mapita es el siguiente:


Ya hemos dicho que esto no es más que un botón. El libro está plagado. Sólo en esta página vuelve a manipular a Banús y a Serapio Múgica. Más adelante, quizás, volvamos con algún otro ejemplo del "todo vale" practicado por Zapirain.
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