En octubre pasado, José Manuel Castells, Demetrio Loperena y Xabier Ezeizabarrena firmaban junto a otros profesores universitarios un manifiesto a favor del derecho a decidir del pueblo catalán.
Esos mismo señores, autores del informe jurídico encargado por el ayuntamiento de Pasaia, nos recordaban en dicho informe que tanto en el pasado como “en el régimen jurídico administrativo vigente, la creación de un municipio no es fruto de una decisión autónoma de sus moradores sino de un acto de autoridad”. Y a continuación muestran su admiración por el despotismo de aquellos ilustrados calificando como "ejemplar" la lectura del informe Vargas Ponce.
Y como lo toman de ejemplo, ese “más firme apoyo y solidaridad al derecho de decidir del pueblo catalán” que expresan en el manifiesto para con los catalanes, ese derecho no les parece extensible a los vecinos de Bidebieta, Herrera, Buenavista… que en virtud de lo que propugnan sus patrocinadores, y a cuyo servicio está redactado el informe jurídico, pasarían a ser pasaitarras como consecuencia de un supuesto “acto de voluntad” de hace doscientos años.
Que un personaje como Vargas pretendiera obtener del rey que ejerciera dicho acto de voluntad y que, como resultado del mismo, cincuenta y nueve casas altzatarras con sus moradores pasaran de la noche a la mañana de ser altzatarras a ser pasaitarras, puede incluso parecer comprensible, pero que algo similar pueda pasar por las cabezas de hombres que se dicen defensores del derecho a decidir de los pueblos como Loperena, Castells o Ezeizabarrena (letrado documentalista en el informe histórico, y actual portavoz del PNV en el ayuntamiento donostiarra) resulta maquiavélico.
En el caso de San Pedro, sin embargo, sí se produjo tal decisión real, y que Vargas tan eficazmente tuteló. Por mucho que a Zapirain se le caiga la baba leyendo los discursos de las autoridades en el acto de constitución del ayuntamiento de Pasaia en 1805, a nosotros nos parece que la segregación de San Pedro fue, en este caso sí, un acto de la voluntad del rey, una imposición. Pero sobre ello volveremos más adelante.