Hasta el momento sólo hemos hablado de Vargas como principal promotor de la segregación de San Pedro con el objetivo confeso de alejar a San Sebastián de cualquier pretensión sobre el puerto.
Pero este suceso no es un dato aislado, sino que se produce en un contexto, en una sucesión de hechos que nos permiten entender cuál fue la misión que trajo Vargas a Guipúzcoa, una misión secreta al servicio del estado.
Como consecuencia de la traición que San Sebastián y Guipúzcoa hicieron al rey, colaborando con los franceses en la Guerra de La Convención (1795), Vargas fue destinado a Guipúzcoa con el doble propósito de asegurar el control del puerto de Pasajes, dotándole de un estatus similar al que ya tenían los demás puertos españoles, y asegurar, asimismo, el control sobre la frontera con Francia.
Con esos objetivos estratégicos, propuso y ejecutó en 1805 la segregación de San Pedro, como colchón entre San Sebastián y el puerto, y la anexión de Hondarribia, Irun y Lezo a Navarra, con la misma función de colchón entre Francia y Guipúzcoa.
Del carácter secreto de la misión y de su trascendencia ya hizo un apunte Serapio Múgica en 1915 cuando, en la introducción a la trascripción de la R.O. de 10 de agosto de 1800, dice que “se tuvo cuidado de no descubrir el objeto primordial de su venida al país”.
En dicha real orden de 1800 se le autorizaba a Vargas a realizar la, en apariencia, inocente labor de “reconocer los archivos guipuzcoanos sin limitaciones a fin de que todas puedan servir útilmente para la formación de la historia de la Marina Española”.
Tras cuatro años de trabajos, Vargas remitió a sus superiores una serie de informes, –además del ya conocido informe de 10 de julio de 1804 sobre San Pedro y el puerto de Pasaia–, que dieron pie a la R.O. de 26 de septiembre de 1805 que mandaba anexionar Lezo, Irun y Hondarribia a Navarra.
El estudio de Jesús Bargueño sobre la reordenación territorial del estado en la primera mitad del XIX, nos presenta cuales fueron los argumentos que inspiraron a Vargas en su propuesta de cambio de límites provinciales, que se pueden resumir básicamente en dos: establecer la unidad fiscal del Estado instalando las aduanas reales en toda la frontera; y la desconfianza hacia las autoridades guipuzcoanas que no ofrecían suficientes garantías de fidelidad al Estado.
A estas cuestiones se refieren también Gª de Cortazar y Montero cuando, hablando del puerto de Pasajes y las disposiciones de Vargas, dicen: “La disposición inspirada por Vargas Ponce era, desde luego, una racionalización del puerto de Pasajes. Pero era también un nuevo motivo de disgusto para los burgueses donostiarras, descontentos ya con la política arancelaria de la España de finales del Antiguo Régimen. Claro está que reclamaron ante el Estado, que no cedió en esta cuestión, decidido como estaba a liquidar el comercio del País Vasco foral, del que los donostiarras eran señalados representantes, y poco propicio a favorecer a quienes, a su juicio, habían traicionado a la monarquía en 1794”.
Sobre la opinión imperante en la corte de Carlos IV y los objetivos que dirigían sus actuaciones escribió el duque de Mandas, Fermín Lasala, en 1895, en su estudio sobre la Separación de Guipúzcoa y la Paz de Basilea: “Godoy, que tenía interés en difundir la opinión de que la guerra fue gloriosa y afortunada, al hablar de la rendición de San Sebastián se apresura a decir en sus Memorias, que no fue un hecho de armas, que el alcalde Michelena, de infame memoria (es Godoy quien así se expresa), y otros varios notables de la ciudad, fascinados por las promesas de una libertad ilusoria, bien distante de aquella que daban al país sus antiguos fueros y exenciones, fueron tristemente infieles a su patria”.(p.115). Y más adelante: “Godoy opinó que era menester proceder con disimulo al principio, pero preparándolo todo para atacar con oportunidad los Fueros en una resolución cuya gravedad comprendía mejor que Zamora. Mandó examinar el fundamento, legitimidad, carácter y alcance de lo que se proponía destruir o mermar. Por su orden registró Vargas Ponce los Archivos, dejando el investigador la tradición en el Archivo provincial de Guipúzcoa, en el municipal de San Sebastián, de que no exageró la escrupulosidad para formar la primera Colección de documentos contrarios a Vasconia, para que no se pudieran utilizar los favorables. (p. 258)
En resumen, Vargas cumplió a la perfección la misión para la que fue encomendado por el Estado. No terminó aquí su carrera y continuó colaborando con los sucesivos gobiernos, e interviniendo en cuestiones territoriales como parlamentario hasta su muerte en 1821.
Bibliografía: Bargueño, J.: “Euskadi, Navarra y La Rioja en la reordenación provincial del Estado (1800-1850)”, en Lurralde, nº 18, 1995, pp. 85-111 – Gª Cortazar, F. y Montero, M.: Diccionario de Historia del País Vasco, t. II, p. 265 – Zufiria, J. de (Serápio Múgica): “Documentos curiosos. Vargas Ponce en Guipúzcoa”, en Euskalerriaren alde, V, pp. 475-476 – Lasala, F: La Separación de Guipúzcoa y la Paz de Basilea. Txertoa, 1987 [1895].