Altza, en su historia reciente y en sucesivas oleadas, ha sido víctima de la fiebre constructora de la capital, que de una forma caótica ha ido transformando nuestro espacio a partir de intereses exclusivamente económicos.
El último episodio lo están protagonizando las instituciones públicas (ayuntamiento, gobierno vasco) con proyectos de construcción y concentración masivas de viviendas de VPO en el territorio altzatarra: Antondegi con 4000 viviendas, Auditz-Akular con 3000…
La construcción se ha demostrado como una tremenda máquina de hacer dinero que pone los dientes largos a medio mundo y, parece, que al grito de “tonto el último” la gente se pelea por sacarle toda la tajada que puede, cueste lo que cueste.
El ayuntamiento de Pasaia no quiere quedarse el último y, emulando la tristemente conocida “Marcha Verde” de Marruecos sobre el Sahara, treinta años después ha organizado una nueva marcha, gris de cemento en este caso, para ocupar un territorio que nunca ha sido pasaitarra, y para participar de los beneficios que reportarán la urbanización intensiva de los últimos espacios verdes que quedan entre la autopista A-8 y la bahía de Pasaia. A base de talonario (historiadores, abogados…) y de victimismo, intenta forzar a Donostia para que comparta los beneficios del negocio constructivo. Y todo a cuenta del patrimonio de Altza.
Hace 200 años el ilustrado Vargas Ponce se valió de Pasaia para quitarse de en medio a Donostia en el negocio del puerto, y ya entonces pretendió, sin conseguirlo, partir Altza en dos en pro de unos intereses económicos. Pretendía pasar a Pasaia cincuenta y nueve casas y caseríos que desde sus orígenes fueron altzatarras, y cuyos vecinos doblaban en número a la población del Pasajes de San Pedro de entonces. Sus intenciones, en justicia, no prosperaron.
Que eso lo quisiera hacer Vargas, un hijo de su tiempo… ¡Pero que eso mismo se les pase por la cabeza a mentes del siglo XXI! Eso sólo tiene una explicación: a los participantes en la marcha gris la fiebre de la construcción les ha producido un delirio que les lleva a querer pasar como una apisonadora por encima de la voluntad de los vecinos, y a falsear la historia.
A Vargas le consiguieron parar los pies. Frenar a los nuevos vargas, sin embargo, puede que sea más difícil, porque tanto unos como otros son hijos de la misma madre, y comparten, cada uno por su lado, los objetivos de la marcha gris. Por eso, es fácil que la tan cacareada negociación que demanda Pasaia se pueda producir. Ahora bien, sobre cual será la aportación que hará Pasaia en ese cambalache no nos cabe la menor duda: más altura en los bloques, más viviendas, más pabellones, más calles, más coches… Todo por la pasta, perdón, todo por mejorar nuestras condiciones de vida.